domingo, 17 de abril de 2011

La situación de los sindicatos


          A la hora unirnos para pelear por nuestros derechos laborales, los docentes de la Ciudad de Buenos Aires nos encontramos con un grave escollo: existen 17 gremios que supuestamente nos representan. Esta situación, lejos de significar la posibilidad de elegir o una mayor libertad sindical, por el contrario, no hace más que favorecer la división de los trabajadores en beneficio de las necesidades del estado y, por otro lado, generar en muchos docentes desconfianza, sentimiento que los lleva a no afiliarse a ningún sindicato o, en el peor de los casos, a creer que nada se puede cambiar.
            Y la verdad es que hay razones para sentir desconfianza, ya que muchos de esos gremios cumplen con creces la función de dividir y aplacar las luchas. A cambio de las comisiones de servicio y el negocio de la “capacitación docente” (asuntos que trataremos en profundidad en los próximos números de Lucero), firman los acuerdos más vergonzosos sin consultar a las bases; acuerdos que, muchas veces, van en contra de los motivos por los que queremos pelear. Y así se arma una trampa entre el gobierno y nuestros “representantes”, de la que generalmente salimos desgastados.
            Dentro del variopinto panorama de gremios, la UTE es el sindicato con más peso y el que, hoy por hoy, dirige los conflictos. Pero la absoluta dependencia política que tiene su conducción (la Lista Celeste) respecto del gobierno de los Kirchner, los limita totalmente para enfrentar al macrismo en la lucha por el salario y el presupuesto educativo. De hacerlo, entrarían en contradicción con los topes salariales impuestos por el gobierno nacional.
A pesar de que el Gobierno de la Ciudad viene muy desgastado desde el año pasado –por las luchas que frenaron sus proyectos represivos y por la rebelión de los estudiantes secundarios, por ejemplo- la Lista Celeste, aunque lo cuestiona de palabra, le sigue dando tiempo con sus planes de lucha “en cómodas cuotas”, claramente pensados para el fracaso, ya que su objetivo es que a Macri lo derrote el kirchnerismo en las elecciones y no que lo derroten los trabajadores en las calles y se abra la posibilidad de alguna solución de fondo para nuestros problemas.
Esta contradicción los hace ser profundamente antidemocráticos. Durante años no pisaron una sola escuela, y si ahora lo hacen, es para propagandizar las acciones de su lista, porque para ellos, sindicato y lista son lo mismo. Mantienen un estatuto interno totalmente proscriptivo para la oposición y, a pesar de que en 2008 accedieron a la presentación de listas opositoras, el estatuto sigue vigente. Ningunean o bastardean cualquier acción decidida al margen de ellos y polarizan con otros gremios, especialmente con Ademys, cualquier decisión, dividiendo la oposición a Macri. También en el año 2008, llegaron a hacer un cordón, en una marcha, para “cuidarse” de la columna de las Asambleas de Distrito…

Entendemos que éstos son algunos de los motivos por los que la gran mayoría de los docentes no está sindicalizada.
Sin embargo, cada vez que los maestros necesitaron organizarse, entendieron que la única forma era presionar a las conducciones de los sindicatos UTE y Ademys, que son los que dirigen los conflictos. Y así es que, en momentos críticos, llenaron de mandatos las asambleas abiertas de Ademys y los plenarios de UTE -a pesar de que en estos últimos no se permite la entrada a compañeros no afiliados-.
 El año pasado se dieron grandes luchas: por la defensa de los 82 cargos que el gobierno de Macri quiso eliminar y en contra del cierre de grados -en las que los docentes nos organizamos sin depender ni estar atrás de nadie, pero sin dejar de aprovechar algunas acciones de la dirigencia dentro de la Junta de Clasificación, vía judicial-, y se llenaron de contenido los paros, se realizaron clases públicas y toda clase de acciones culturales que ayudaron a sacar el conflicto docente a la calle. Aprendiendo de esas peleas, los miembros de la Agrupación Docente Enriqueta Lucero, creemos que es necesario generar una corriente de delegados por escuela que coordine acciones en cada distrito. Esos delegados hoy existen espontáneamente en muchas escuelas, colegios e incluso en institutos terciarios, aunque no hayan sido votados en una elección; ellos son los compañeros que arman los mandatos en los momentos importantes, aunque sean afiliados a algún sindicato (UTE, Ademys o cualquier otro), o aunque no estén afiliados a ninguno.
Al mismo tiempo, hay pocas Asambleas de Distrito, pero en determinados momentos, y donde las había, fueron importantes para organizar al conjunto. Si bien lo central de nuestra actividad debe estar en nuestros lugares de trabajo, no tenemos que dejar que las asambleas se reduzcan a aprobar las propuestas de una lista o sindicato, sino tomarlas como una instancias de coordinación y organización, como lo han sido en muchos momentos.
Entendemos que el delegado no debe ser el “representante del sindicato en la escuela”, sino, por el contrario, aquél que represente a sus compañeros de trabajo en el sindicato -cualquiera sea éste- y en cada instancia de organización. Es preciso demostrar que hay otra manera de dirigir los conflictos, y que se vaya imponiendo la idea de que es necesaria otra conducción en UTE. Necesitamos una representación única y poderosa, y tenemos que generarla desde cada escuela.